"...guacho y gaucho me parecían lo mismo, porque entendía que ambas cosas significaban ser hijo de Dios, del campo y de uno mismo". (Don Segundo Sombra)
Duerme y sueña ñi piuké,
indiecito de mamá.
Que vendrá un dios huínca
y muy lejos con la cruz te llevará.
Viento arisco grita ya,
que la sangre llamará desde el mar
por las distancias del agua,
sal y lumbre volverás.
No estarás más, mi niño pan,
que en la noche con la cruz te llevarán.
Ceferino mi garrón,
en el rehue no andarás nunca más,
porque otro fuego sin machi
con la cruz te llevarán
Ñiuke lluvia moja ya,
llanto azul mi soledad sin altar,
que en las frías cordilleras
el dolor me nevará
No estarás más, mi niño pan,
que en la noche con la cruz te llevarán.
Recitado:
Duerme y sueña mi piuqué,
que en la noche
con la cruz te llevarán,
Ceferino mi garrón,
con la cruz te llevaran...
Vocabulario utilizado en chedüngün, o lengua mapuche:
*Piuké : corazón
*Huinca: gente "blanca"
*Rehue : lugar puro, sagrado, donde se hacen las rogativas
*Machi : persona destinada a curar a la gente
*Ñiuke : madre
* ñi : adjetivo posesivo; mi, mio
Oración a la Patagonia Ay, no puedo, no puedo decir tu desnudez, tu poderío; la piedra de tu seno guarda un duro secreto que no es mío. Ay, no puedo, no puedo, virgen mapuche, ciervo malherido; por tu tierra inviolada duerme un grito. Tengo miedo de ti, territorio del viento; horizonte frontal desconocido, desierto. Tengo miedo del ríspido subsuelo que amamanta en la sombra tu desvelo los líquenes tehuelches carcomiendo el olvido la voz de las cenizas alzándose en el rito salmodiando su coro empecinado ululando el tañil del alarido: ¡Argentina! ¡Argentina! Un día subirá el loncomeo ondeando por sus ásperas banderas como la voz del fuego. Un día impetrarán su ruego las vestes aborígenes del agua, los potros de la sed y el pan incierto; y un nuevo Dios de establo y de pobreza nos nacerá otra vez desde tu aliento con el último niño de la raza que se vaya muriendo. Y el jinete del alba dará vueltas galopando hacia allá por el desierto ¡para decir que sí, que estamos vivos! ¡para gritar que no, que no hemos muerto! (Suma Paz)* Ver abajo del todo.
(Foto: flor que se conoce como "capachito", "topa-topa", "zapatitos de la Virgen o de Venus". Es una Calceolaria que se encuentra desde Patagonia hasta México)
Quimey Neuquén
Flor de los arenales...
regada en sangre del bravo Sayhueque
Grito que está volviendo,
en tu desbocado potro pehuenche.
Del cielo la onda noche,
se oye del viento la serenata.
Tupos la luna prende
en la negra cimba de mi araucana.
Aguas que van,
quieren volver,
aguas que van,
quieren volver,
río arriba del canto aprendido,
Neuquén quimey,
quimey Neuquén.
Sol que se está gastando,
en piedras lajas
y turbias corrientes.
Beso la sombra india,
que vuelve crecida
de un sueño verde.
Ya madura el silencio,
por el agreste vientre de tus bardas.
Quiere Rayen dormirse,
tiemblan sus entrañas, enamorada.
Aguas que van, quieren volver,
aguas que van, quieren volver,
río arriba del canto aprendido,
Neuquén quimey, quimey Neuquén,
Neuquén quimey, quimey Neuquén,
Neuquén quimey, quimey Neuquén...
*En su libro: "Al Sur del canto", Suma Paz lo publica así:
Oración a la Patagonia:
Ay, no puedo, no puedo decir tu desnudez, tu poderío; la piedra de tu seno guarda un duro secreto que no es mío. Ay, no puedo, no puedo, virgen mapuche, ciervo malherido; por tu tierra inviolada duerme un grito. Tienen miedo de ti, territorio del viento; horizonte frontal desconocido, desierto. Tienen miedo los que cargan tu sol en sus mochilas para cazar la sombra del guanaco y el rojo jabalí que se degüella sobre un coirón de sangre y ceniza. Tienen miedo los que horadan tu ríspido subsuelo y el negro manantial de tu latido les arroja en la cara tu desvelo: un cachorro de tigre embravecido.
Un cachorro de tigre ha mamado liquen y llanto de tu luz bardina y saltará, rugiendo empecinado ¡Argentina! ¡Argentina! Un día subirá el loncomeo
ondeando por sus ásperas banderas como la voz del fuego. Un día impetrarán su ruego las vestes aborígenes del agua, los potros de la sed y el pan incierto; y un nuevo Dios de establo y de pobreza nos nacerá otra vez desde tu aliento con el último niño de la raza que nos vaya naciendo.. Y el jinete del alba dará vueltas galopando hacia allá por el desierto ¡para decir que sí, que estamos vivos! ¡para gritar que no, que no hemos muerto!
Venía
no se sabe de dónde.
Usaba vincha como el benteveo,
y penacho como el cardenal.
Si no sabía de patrias sabía de querencias.
Lo encontró el español establecido:
pescador en los ríos, cazador en los bosques,
bravío en todas partes y cerrándole el paso
con arreos de guerra, vivo o muerto;
siempre como un estorbo, siempre como una cuña
entre él y el horizonte.
Modelado en barro de rebeldías,
pasa como una sombra, desnudo y ágil,
por los senderos ásperos de la Leyenda.
Esbelto, musculoso, retobado en hastío,
entre el cobre y el rojo estaba su color;
una señal de guerra le hacía punta a su instinto
y entonces, por sus venas
en vez de correr sangre, corría sol.
Estético instintivo
se ponía en el rostro los más vivos colores,
y en la cabeza plumas, como las aves bellas;
si el exceso de adornos no lo hacía más indio
cuanto más se adornaba se sentía más hombre.
Señor de la comarca,
por un pleito de caza con la tribu vecina
blandía su coraje afilado en el viento;
como los troncos de la flora indígena
era dulce por fuera y era duro por dentro;
su única dulzura temblaba en su lenguaje,
como en las ramas de la flora india
tiemblan las pitangas.
Vadeaba los arroyos en canoas;
entraba a las querencias de las fieras
o ambulaba durante varias lunas
en una aspiración horizontal
-curtido de intemperie,
rojo de sol o húmedo de tormentas-
en los días rayados de chicharras
o en las noches tubianas de relámpagos.
La conquista española enderezó sus rumbos:
y las tribus que erraban por rutas diferentes
se ataron en un haz, alrededor de un jefe,
para rodar a un tiempo como las boleadoras.
No sabía reír ni sabía llorar;
bramaba en la pelea como los pumas
y moría sin ruido, cuando mucho
con un temblor de plumas, como mueren los pájaros.
De mañana me avisaron: “Está sin levante el indio; negao a ración, sin fuerzas ni para un medio bendito”. A la tarde me avisaron: “Se está por cortar el indio entre el aullido ‘e los perros y el llanto del chinerío”. Cuando arriba el lamparero prendió su primer pabilo, la vida apagó su brasa, llegó la muerte con frío. ¡Nunca conoció feriado y se llamaba Domingo! Alimentao con la pena, desangrado en un chiflido, tomó el latagá de fuego, entró la lluvia en sus quinchos, y el corazón tamborero quedó de parche dormido. Su chuza, que era baqueana pa’ sábalos y carpinchos, tiraba con las dos manos sin fantasear de entendido. De muchas cosas me habló pero estoy comprometido ¡Cosas que al irse mi vida se irán quemando conmigo! Dormido quedó en la noche ya para siempre dormido. Mocobí de pura sangre, de fundador apellido. Degollamos su caballo ¡viera qué caballo lindo! pa’ que galopar pudiera de estrella a estrella, tranquilo; pa’fijar del otro lado chuza al costao le pusimos; agua y panales al pecho; de cabecera, el lomillo, y como fue algarrobero, el latagá pa’ los vicios. Su perro desangró un llanto, y las Cabrillas sus cirios. Retobado en cuero ‘ e potro, cuando quedé sin testigos, abrí fosa y lo alcé a pulso, maldespené el velerío, y desde entonces, parece mentira lo que le digo, una tribu mocobisa va haciendo noche conmigo. Por eso, mi patroncita: cuando me siento vencido; cuando la vida me corta por mala ley del cuchillo; cuando se callan mis pájaros y se me secan los ríos; cuando en noches de tormenta tientos del dolor desviro, desbarrancao ceibo viejo sobre el hondo remolino ... entonces ...desde la sangre me pongo a llorarlo al indio, y él me contesta golpeando desde el profundo latido y oigo un galope‘e malones, silba en lanza el alarido: el tacuaral brota, y alza procesiones del abismo, y se hace canto de raza corriendo en mis venas ...¡vivo! y sin quererlo, de golpe, se me hace versos el indio. Búsquelo en mi corazón, patroncita del cariño, y ahí ha de hallarlo; está solo ... se va acabando conmigo...
Disparan los ñanduces,
tiemblan los yuyos,
se ve una polvadera
desde el mangrullo.
La tormenta y salvaje
se viene fiera
y el chaparrón de lanzas,
ya se descuelga.
Donde pasó la indiada
quedó la huella
de los que defendían
su propia tierra.
Es la huella, la huella
de los malones,
grabada para siempre
en los corazones.
Lara lai lara lai
Lara lai lara lai
Grabada para siempre
en los corazones...
Y se ha poblao el aire
de boleadoras
y el incendio a los ranchos
se los devora.
De sus briosos corceles,
sobre las ancas,
se llevan los infieles
mujeres blancas.
Donde pasó la indiada
quedó la huella
de los que defendían
su propia tierra.
Es la huella, la huella
de los malones,
grabada para siempre
en los corazones.
Lara lai lara lai
Lara lai lara lai
Grabada para siempre
en los corazones...
..........................................
Versión de Alberto Merlo con introducción de:
La vuelta del Martín Fierro, canto IV, versos: 475- 487-511.
"Antes de aclarar el día comienza el indio a aturdir la pampa con su rugir y en cualquiera madrugada sin que sintiéramos nada se largaban a invadir... Para pegar el malón el mejor flete procuran y como es su arma segura vienen con la lanza sola y varios pares de bolas atados a la cintura... Por eso habrán visto ustedes si en el caso se han hayao, y si no lo han o'servao ténganlo siempre presente que todo pampa valiente anda siempre bien montao".
Cuando el cristiano se llegó cerro negro adentro para sacar al indio de su patria se quejó la montaña y crujió con dolor de siglos y milenios; hizo el Tronador de sus abismos, bombo, el Nevado envejeció de nieves, el Descabezado forjó ríos de lavas y cenizas y llegó el lamento hasta las más altas cumbres del majestuoso Aconcagua.
Montado en la sombra
jinete en la noche
huilla coyun pampa
de coirón su porte...
Ata al malonquero
que el Arauca esconde,
llanto de Upamarca
de la raza bronce
Iacapay huiliche
de nihuil bravía
tu suelo es mi suelo,
tu patria es la mía,
Viajero de estrellas
ya sin tu lauquen perdido
en las nubes te recordaré...
(Foto del cacique Pincén) Era un pampa nomás, dicen las crónicas;
Era un pampa nomás, uno de aquellos,
y le borran así, como si nada,
las huellas del recuerdo.
Ese Pincén. El fue como una espina
profunda en el orgullo fortinero,
y le sobraban toros en la sangre
para gritar allí quién era el dueño.
Ese mismo, ceñido a la Frontera,
unas veces ganando, otras perdiendo,
pero siempre de vuelta en la bravura
con esa laya de los hombres previos.
Hasta que el fin le copan las distancias
y lo dejan de a pie, mordiendo el freno
con una llamarada de agonía
sobre los ojos fieros.
Pero le dura aún esa arrogancia
sobre el triste sabor del cautiverio,
para decir: Yo soy Indio Argentino.
Y era un pampa nomás ¡Uno de aquellos!
Indio, dame el pangaré
que tan fiero me robaste
y al robarlo me dejaste
toda la vida de a pie.
Dámelo que te daré
la ambición que tú me pidas,
mi cincha toda florida,
mi chiripá y mi recao
y si es poco lo ofertao
te doy hasta mi querida.
Ya ves que hasta mi querida
te ofrezco cacique fiero,
que es linda como el lucero
y entre las flores nacida.
Por ella expuse mi vida
mil veces con decisión,
por ella está mi facón
de roja sangre manchado.
Ya ves si la habré apreciado
con la fuerza del corazón.
Dámelo que la partida
mis pasos viene siguiendo.
Todo te estoy ofreciendo
a cambio del pingo mío
y vos pampa rudo y frío
del pingo te apoderaste.
Las armas me secuestraste
cobarde como un traidor
y la lanza sin temor
a mi pecho la lanzaste.
No me compadezcas
ni me tengas lástima;
qu'esas son monedas
que no valen nada
y que dan los blancos
como quien da plata.
No me compadezcas
ni me tengas lástima;
nosotros los coyas
no pedimos nada;
pues faltando todo
todo nos alcanza.
Dejame en el valle
vivir a mis anchas:
trepar por los cerros
detrás de mis cabras,
pillar un quirquincho,
tener unas llamas
y echar a los vientos
la voz de mi flauta.
¿Dices que soy triste?
¡Qué quieres que haga!
¿No dicen ustedes
qu'el coya es sin alma,
qu'es como las piedras:
sin voz, sin palabras,
y llora p'adentro
sin mostrar las lágrimas?
¿Y si juera cierto
a qué tanta lástima?
¿No jueron los blancos
venidos de España
que nos dieron muerte
por oro y por plata?
¿No hubo un tal Pizarro
que mató a Atahualpa
tras muchas promesas
bonitas y falsas?
Y entonces ¿qué quieres?
¿Qué quieres que haga?
¿Que me ponga alegre
como día de chaya
cuando mis hermanos
doblan las espaldas
por cuatro centavos
que ustedes les pagan?
¿Quieres que la risa
m'ensanche la cara
cuando mis hermanos
son bestias de carga
llevando riquezas
que ustedes se guardan?
¿Quieres que me alegre
cuando en la montaña
viven como topos:
¡escarba y escarba!
mientras se enriquecen
los que no trabajan?
¿Quieres que me alegre
cuando las muchachas
van a casas ricas
lo mismo que esclavas?
No me compadezcas
ni me tengas lástima.
Déjame en el valle
vivir a mis anchas:
tocando mi quena,
cuidando mis cabras,
pillando un quirquincho
o hilando una manta.
Déjame tranquilo,
que aquí la montaña
me ofrece sus piedras,
acaso más blandas
que esa condolencia
que tú me regalas.
Cóndor, monje negro del cielo,
señoreas tu vuelo,
entre cumbres y alturas,
nada escapa a tu celo;
puna o llanura,
talismán que conjuras,
en las sombras del suelo,
alta y oscura,
región de las razas,
que adoran el sol.
Hueso, musical de las quenas,
muerto y hueco resuenas,
con las cifras del viento,
la plegaria, el lamento,
del altiplano,
y el indio americano,
que aún llora al hermano,
el Cóndor Canqui,
señor de la puna;
Tupac Amaru.
Vuela hacia el alba futura,
que el cielo inaugura
en la cruz del sur;
vuela en la sangre y el sueño,
que siembra el cuneño
Tupac Amaru....
Cóndor, monje negro del cielo
rey salvaje del vuelo,
que navegas la altura;
embriagez y desvelo
luto celeste,
con tus alas conjuras
en los valles del suelo,
toda creatura,
región de las razas,
que adoran el sol....
Vuela hacia el alba futura,
que el cielo inaugura
en la cruz del sur;
vuela en la sangre y el sueño,
que siembra el cuneño
Tupac Amaru....
Cómo le duele a la piedra el alma del hombre
Aquel al que llaman indio el mismo que sabe en pobre
Ese que creyó en la fe y lo dejaron sin nombre
Como le duele a la piedra el alma simple del hombre.
II
Como derraman los ríos la pena del cielo
Aquel que nevó las manos de los viejos canoeros
Y acompañó a los tehuelches guanaqueadores del hielo
Como derraman los ríos la pena oscura del cielo.
(Estribillo)
Así le duele a la tierra la ausencia de su desierto
Porque el que vino a matar no lo pensó ni un momento
Que tanta sangre no sirve pa’ estar en un monumento
Él muere solo en el bronce y el indio vive en el tiempo.
III
Se derrocharon los fuegos al sur de la tierra
La luz de los picaderos relumbra en algunas flechas
Su brillo tiene en el frío de la verdad que molesta
Se derrumbaron los fuegos al sur azul de la tierra.
IV
Allá se van los caminos por obra del hombre
Aquel que pinto las manos donde la sangre no corre
Ese que de ausente esta para que el río lo nombre
Allá se van los caminos por obra y gracia del hombre.
recitado:
Los montes de tierra adentro,
de Colimula se ven.
Fogoncito de Alpataco
¡nunca dejará de arder!
A veces pienso mirando
su roja llama crecer...
¿Será mejor terminarlos?...
¿Será mejor al
revés?...
¡Malhaya con los ranqueles!
¡Quién los pudiera
entender!
cantado:
La tierra de los ranqueles
es de arena y es de sal.
Hay que tener buen baqueano
para poderla cruzar.
...Emilio Mitre lo supo
cuando no pudo llegar.
Pa' colmo errando el camino
si no hay lluvia muerto está,
aquél que no vio l'aguada
mojón de huesos será.
...Ha de penar por las noches
por que luz mala se hará.
Bruto y cruel por inocencia
"loncotear" su placer.
Tironearse de las mechas,
tratar de quedar en pie.
...Si se alimenta de yeguas
potrazo tiene que ser.
Si el gaucho creció a caballo
el indio lo vió nacer.
Por eso tal vez el barro
no lo pudo detener.
...P'andar en tembladerales
lo menos hay que ser ranquél.
Del Río Quinto hasta el Cuero
treinta leguas hay que andar.
Camino de rastrilladas,
médanos, montes y guadal.
No apure amigo el caballo
que se le puede aplastar.
...Emilio Mitre lo supo
cuando no pudo llegar.
-"Si quiere Villegas que venga a buscarme",
era la soberbia que hablaba por él,
después contrariado quedó pensativo
vagando sin rumbo el viejo Pincén.
Una tarde al zaino le tiró una matra
lo enfrenó y calzándole al codillo el pie,
con setenta inviernos lo montó y al tranco
enancando un hijo se marchó a esconder.
Esto fue en los montes de Potrillo Oscuro
en un escondite de esa región,
sobre las orillas de unos montes viejos
para estar seguro allí se quedó.
Se decía: "El Villegas es bastante 'toro'
muy capaz que venga a buscarme hoy",
por eso a su pingo con la estaca pampa
justo frente al toldo pastando dejó.
A la medianoche había hecho un sueño
y salió del toldo a ver como está,
el zaino que estaba aparentemente
un tanto intranquilo y dele "orejear".
Contemplando al pingo se quedó el cacique
cavilando dijo, -"El huinca está acá",
y se lamentaba que su toldería
no estaba completa para ir a pelear.
Todos sus guerreros andaban dispersos
sus capitanejos muy lejos también,
a Nahuel Payún lo tenía a tres leguas
y a una legua y media a Pichi Pincén.
No quería el cacique reunir a sus hombres
porque era entregarlos a una muerte cruel,
ya hacía más de un año que el mismo Villegas
en un desparramo mató como cien.
El día sentado pasó junto al pingo
hasta que de pronto al anochecer,
la cabeza el zaino fijaba al naciente.
-"¡Seguro es Villegas!", se decía Pincén.
Llegaba a buscarlo, marchaba de noche
de día por los montes escondíanse,
de pronto estampidos de los "remintones"
entre gritos de indios mezclado al tropel.
Entre la impotencia montó su caballo
enancando al niño, se llegó hacia el
fuego, que rodeaba a su toldería
deseando que alguno lo pudiese ver.
Y cuando lo vieron los milicos todos
en ardua carrera salieron tras él.
Sofrenando el pingo disparó dos leguas
rumbeando hacia el lado de Fota Lauquén.
Aflojando luego las riendas el pampa
se perdió de vista pero divisó,
que había otra fuerza que venía de frente
se apea y al zaino lo desenfrenó.
Y dándole un chirlo para que galope
y el pingo mosqueando al trote salió,
al notar que a todos los ha confundido
allí donde estaba, allí se quedó.
El soldado Pita traía un perro negro
que iba en la columna del cabo TGalván,
y entre los penachos de unas cortaderas
husmeando en las matas se puso a ladrar.
Gruñía crispado erizando el lomo
el soldado dijo: "hay un tigre acá",
y el cabo le apunta con la carabina
montando el gatillo dispuesto a matar.
Por ahí se levanta de entre las plantas
la figura esbelta del cacique aquél,
y el mayor del grupo le grita al baquiano
que le diga pronto el viejo quién es.
Y el pampa que iba haciendo de guía
quedó casi mudo al verlo también,
pronunciando el nombre casi entrecortado
todo sorprendido decía: "Pincén!".
Del tiempo de Alsina lo andaban buscando
el gobierno a muchos caciques compró,
pero no han podido a Pincén convencerlo
su lealtad latía en su corazón.
Y se lo llevaron a Martín García
donde una condena el gobierno le dió;
al más argentino de todos los pampas,
al más atrevido de nuestra Nación.
Fue Ceferino Manuel,
Namuncurá de apellido
en Chimpay había nacido
por el Río Negro aquél;
Cacique fue el padre de él
que una cautiva tomó
Rosario Burgo llegó
entre el dolor y la pena,
una mestiza chilena
que doce hijos le dió.
Ceferino así nació
de una raza degradada,
fue en agosto su llegada,
un veintiseis se encendió
la estrella que lo alumbró
con un don de Dios, lo se,
de guía la llevaré
por donde voy caminando
porque aun sigue alumbrando
con la luz que da la fe.
Nacido el mil ochocientos,
ochenta y seis más preciso,
su piel de tono cobrizo
fue templada por los vientos.
En esos tiempos violentos
en que el indio se rendía
A Bueno'Aires partía
con once años solamente
pa'ser útil a su gente
ser sacerdote quería.
Allá en Almagro llegó
al Colegio Pío IX ("Nueve")
y por su esfuerzo conmueve
de cómo sobresalió;
allí Gardel estudió,
supieron tal vez jugar
sabiendo muy poco hablar
la lengua de la castilla,
cuentan que en esa capilla
lo vieron también cantar.
Era de tono bronceado
y grandes ojos tenía
con esa melancolía
de aquél terruño dejado.
Era dulce, acompasado,
muy calmoso al hablar;
Ceferino fue de usar
ropaje más bien sencillo
un pelo de negro brillo
y languidez al mirar.
Los estudios terminó,
la primaria atrás quedaba,
su salud desmejoraba
y hacia Viedma regresó.
Su vocación prosiguió
en San Francisco de Sales
secundarios colegiales,
donde Monseñor le pone
a ese médico Garrone
pa'que le trate sus males.
Era el Monseñor Calliero
que luego a Italia partía
y al enfermo llevaría
siguiendo el camino al clero;
Buenos Aires al viajero
de nuevo a llegarlo vio
desde Bahía partió
dejando atrás su familia
y en aquél vapor "Cicilia"
hasta Génova llegó.
Turín y Roma lo honró
y Pío X(diez) que era el Papa
pa'que luzca en la solapa
una medalla le dio.
Fue un ejemplo que brilló
y cuando el "cinco" corría,
once de mayo ese día,
derrotado por el mal
moría en un hospital:
dieciocho años tenía.
El veinticuatro vería
ya sus restos repatriar
y el sitio pa descansar
Fortín Mercedes, sería.
Fue un poco la biografía
de este Araucano ejemplar,
tenga el viajero al andar
la luz que marca el camino
con un mensaje divino
que Dios nos hace llegar.
Consumido en fiebre y tos
usa la muerte su trampa
y el "Príncipe de la pampa"
será otro santo de Dios,
en mi plegaria estás vos.
Tu estrella me alumbrará,
cuánta esperanza que das
estampita del camino:
indiecito Ceferino
hijo de Namuncurá.
"Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música..." Jorge Luis Borges
"La pampa, señor, es como la serpiente..., lo magnetiza al hombre, lo encanta y lo adormece, y al fin se lo devora". (G.E. Hudson)
Visite al Gauchoguacho en...
Estancia "La Brava"
Pampa
Madre. Horizonte. Soledad. Llanura franca al sol que sólo sabe de tu curva...Cuna, sepulcro y sustento. Creadora del gaucho afirmativo, del caballo amigo de la distancia, del puma escondido y del chajá ascendente. Pretexto de vagabundas ansias de partir sin meta...¡Tú que das resignación al pequeño, empampado de infinito! Ricardo Güiraldes.
El hombre nacido en la pampa tiene todo el cielo y todas las estrellas que parece que se le vienen encima. Tiene las primeras luces del sol a la mañana y las últimas del anochecer. El horizonte es la primera abstracción para el hombre, ya que es una línea que se ve pero que no existe, porque en la medida que avanza, se aleja más. Nunca va a encontrar el horizonte, sin embargo está ahí. Entonces el canto de ese hombre es reflexivo, intimista, profundo, como asombrado por la grandeza de la inmensidad. (Suma Paz)
"La pampa con su mutismo imponente y su monotonía tan característicos, predisponían poco a la locuacidad. -'El campo es tan lindo, me decía cierta vez un gaucho, que no dan ganas de hablar" Leopoldo Lugones
Paisajes
Pareciera que se agacha la huella del horizonte, y uno se pierde en el monte hasta hallar una lomada. La tierra parece nada y en ella se afirma el hombre.
Presentación
De n'antes
De ranchos y taperas
Pa'la moza
Sucedidos
Oficios
Nuestros paisanos los indios
Cosas del campo
Baguales
Jenofonte dice que al andar a caballo se siente la necesidad de que a uno le crezcan alas... Así el caballo resulta no sólo maestro del músculo sino también del alma... El caballo educa, rige al hombre y le da una filosofía propia. La filosofía de un jinete es distinta a la de un caminador...En el caballo se aprende la vida. Sobre su cabeza nace la lejanía y entre sus cascos se fatiga la tierra. A todo el que va jinete en su caballo su soledad lo acompaña. (Eduardo Jorge Bosco). ..................................................................................
A un domador de caballos
"Cuatro elementos en guerra forman el caballo salvaje. Domar un potro es ordenar la fuerza y el peso y la medida: Es abatir la vertical del fuego y enaltecer la horizontal del agua: poner un freno al aire, dos alas a la tierra..." (Leopoldo Marechal)
Juiiira perro
Bichos de mi tierra
De chacota.
Canto con jundamento
Viva la Patria
Aquí me pongo a cantar
Cruz diablo
"He dicho muchas veces que aquí recibí mis primeras lecciones de abismo y de absoluto.
El cielo me las dió, me las dió la llanura abierta y desmesurada. (Olga Orozco).
Pero yo he vivido libre
y sin depender de naides
siempre he cruzao a los aires
como el pájaro sin nido,
cuanto sé lo he aprendido
porque me lo enseñó un "flaire".